Antes de que me lo digáis vosotres ya lo digo yo: sí, soy un privilegiado porque vengo, hago mi trabajo, salgo por la puerta y me olvido; a cambio tengo la incertidumbre de seguir estudiando a ver si pillo plaza fija y de no saber cuándo (ni si) me volverán a llamar para otro destino.

Pero bueno, embeces nos tocan jefes regalito y yo ahora mismo tengo uno así.

La cosa empezó con el teletrabajo: quienes no tenemos atención al público podemos hacer un día a la semana desde casa.

(2/X)

Sí, no es un derecho, tiene una regulación difusa, pero el pacto no escrito es que una vez dominas las tareas que tienes que hacer y tu jefe lo vea, pues lo puedes ir haciendo con la responsabilidad que se te supone y presume como currante.

Primera sorpresa: “En esta Consejería tienes que llevar al menos 6 meses en el puesto para poder pedirlo”.

Pues nada, nos pareció mejor o peor pero como eran las normas de la casa de la sidra, nos aguantamos.

(3/X)

El tiempo fue pasando y conforme se acercaba la fecha de cumplimiento de los 6 meses y alguien se lo recordaba, la actitud fue cambiando: de “Cuando se cumplan los 6 meses yo os apoyaré, faltaba más” a un mes antes cambiar a “Bueno, la daré o no (hasta entonces se escudaba en que él no la daba, se decidía en instancias superiores) en función de la productividad”.

Total, se cumplen los 6 meses y les compañeres nueves la piden, y entonces (¡sorpresa, sorpresa!)

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¡TACHÁN! Se saca del cajón una instrucción por escrito de fecha anterior a la de nuestra incorporación por la que los planes de choque no tienen derecho a teletrabajar “por la especial circunstancia de acumulación de trabajo que regula su presencia”.

Hijo de una hiena, te tiras 6 meses con la zanahoria sabiendo que no nos lo van a dar y esperas que te tengamos el más mínimo respeto.

Y sí, entramos 20 de golpe y algune con pocas ganas, tough.

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HABER, sigo, no se crean que se han librado tan fácilmente.

Por desgracia, al ser los llamamientos por listas, decía que nada puede evitar que se te cuele algune caradure que se toque las gónadas, se dedique a estudiar o, simplemente, a estar sentade en su puesto sin hacer nada. Bueno, sí que es evitable, se le abre un expediente y se le puede acabar separando del servicio, pero, por lo que sea, NADIE quiere meterse en un jardín así, demasiado papeleo.

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El caso es que tu obligación como jefe de servicio, si lo eres, es detectar a quien no rinde y darle un toquecito, a poder ser en los primeros meses, no un mes antes de terminar.

Pues bien, hace dos semanas, mes y poco antes de terminar, nos pilla a nuestro departamento (la mitad de esos 20 que os cuento) y nos mete en una reunión (a primera hora de la mañana y sin avisar previamente, por supuesto) de las más marcianas que recuerdo, y he pasado por la privada.

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Reunión en la que anuncia que no le salen los números (“Yo como matemático tengo hecho un algoritmo que me dice que la productividad de los últimos meses tiene que subir más de lo que ha subido la vuestra” - a la mierda la mayor o menor complejidad de los expedientes), y se pone a alternar entre el desprecio (“El servicio funcionaba estupendamente sin vosotros, yo no os necesitaba” - y para qué nos pides, primo), el llanto (“Trabajo más de mis horas”)…

(8/X)

…las amenazas (“Yo podría dar nombres”; “Si tengo que tomar medidas contra quien no rinda lo voy a hacer” - no, no puedes dar nombres en público porque mobbing y protección de datos, y si alguien no te rinde es tu puta obligación darle el toque, ver punto 7 anterior) y el autobombo (“Me tendríais que dar las gracias por estar aquí, habéis venido por empeño personal mío” - a ver, pavo, has pedido un plan de choque porque tenías trabajo atrasado de 2021, tápate).

(9/X)

La reunión concluyó con un “Yo percibo que desde que salió vuestra resolución sobre lo del teletrabajo habéis bajado la productividad”.

No shit, Sherlock. Que has tenido a las criaturitas engañadas 6 meses (a mí no, que tengo más mili que eso y te vi venir desde el minuto 1, y lo avisé, pero no me hicieron caso).

Yo me tiré los 35 minutos mirando a un punto fijo de la mesa y sin abrir la boca, porque como la abriera no la cerraba y acababa en la calle.

(10/X)

TOTÁ, que desde entonces la cosa se ha convertido en un divertido juego del teto (para les novates, que se han acojonado y se piensan que les va a abrir un expediente o algo como se muevan de la silla) y/o del escondite o el pilla pilla (para les veteranes, que seguimos haciendo nuestro curro pero por quemarle la sangre nos estamos levantando cada vez que podemos o llamando a Prevención para que nos midan los sitios o la iluminación).

(11/X)

Las dos últimas han sido que la semana pasada, aprovechando que una compañera mía no vino un día, la cambió de sitio (¡sí! ¡Como en el cole!) y la sentó conmigo, tenemos la teoría de que para castigarnos, a un mes vista de terminar. Mira, de verdad.

Pero no llamó a Mantenimiento ni hostias: desmontó los ordenadores él y los trasladó en un fabuloso ataque de pormishuevismo de los que pensaba que ya no se hacían, Perreteverte lo ve y te escribe tres columnas.

(12/X)